Un mosquito despiadado emergió de las profundidades de la cortina
Despegó con sonrisa macabra cómplice del suceso a suceder recientemente planeado
Sigilosamente perdido su rastro sonoro entre la música del cuarto se acercó a centímentros de mi cuerpo
Apoyó sus miembros ansiosos por el calor de mi piel
Me bebió la sangre.
Sus miembros saciados por el calor de mi sangre despegaron
Se alejó impunemente confundiéndose con la música que nunca comprendería abandonando la cercanía de mi cuerpo fuente
Aterrizó en su hogar momentáneo con la sonrisa satisfecha por el suceso sucedido
Se fundió en armonía, casi imperceptible, en la profundidad de la cortina.
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