domingo, 15 de diciembre de 2013

Antes de dormir

Las extremidades nerviosas
su contacto, la comunicación del calor del líquido negruzco contenido en donde los labios sorben,

en ese líquido fluye el alma de un grano molido que será parte de nuestra alma
entre jugos gástricos,
digestiones y sangre que nos recorre,
nos devuelve, nos retuerce, nos limpia
cada instante,

dejas la mesa,
en búsqueda de un cielo gris
o de un astro con luz ajena, 
luz de mirada, 
luz de grito sordo, mudo, ecléctico
se expande por el espacio
y nos entrega un tiempo viciado

Las extremidades nerviosas
su contacto, la comunicación del calor de dos mejillas homónimas, 
alevosía futura,
lágrimas pasadas:
pasional,
no somos sino en los otros, 
                                          errores, palabras estimadas, palabras heridas,
son los otros quienes nos devuelven hacia nosotros mismos,
una mano que siente lo que las mías sienten al romper la elasticidad de piedra
que nos aprisiona en la depresión de la rutina

porque
por qué 
             no estamos libres de pecado
no estamos libres de la sombra que se instala en los hombros de la montaña nevada

pero
somos libres de ser libres
somos libres de rezarle a un consuelo despótico
somos libres de creer que somos libres.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Muerte nocturna

La noche desmayada en mis sienes,
el tortuoso aire que apenas me libera de la asfixia,
diciembre me despide en vida,
me talla sobre la piel la herida única:
esa que lloro todo el tiempo
esa que crece al crecer el sol en la sombra
esa que me toma de rehén durante las noches...
Musa de mis deshoras,
de mis cansancios
de mis crisis nerviosas,
me has inspirado
el delirio lunar,
instalado en el vientre como una roca,
con cada dolor reverdece en las manos y acarician estas lágrimas
lloran la sequedad de la ausencia.

Sólo duermen los que tienen que soñar,
los que sueñan en negro
los que sueñan en degradé
los que sueñan que sueñan
sueñan un mundo
dos mundos tres mundos
otro mundo
custodiado bajó la mirada de los que descansan de tanto amarse en la diurnidad;
ellos son capaces de fundirse en las tinieblas,
beber agua de tinieblas,
respirar aire de tinieblas,
ser un fantasma por un lapso incalculable
para luego florecer en el rechazo del pasado,
celosos de sus historias inconscientes,
circo montado para propio deleite.

La ración de locura me es injustamente negada,
y me entrega a la enfermedad diurna impostergable, eterna, continua en lo que se hace llamar tiempo,
enfermedad que me mata diariamente,
pero yo,
yo no puedo resucitar entre las tinieblas
yo no puedo enloquecer más allá de lo que se me es permitido,
porque la locura no es más que un sueño,
espejismo sin origen, incisivo entre las risas
de galaxias estrelladas en los dientes que se desgarran las entrañas,
neurótica:

Yo no puedo desafiar a la vida,
sin muerte nocturna,
sólo puedo llorarla.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Otra vida

En este papel me escribo,
me trasporto al fuego desierto,
viento abstraído en un viaje sin retorno,
ardo en mil muertes
delineadas en contornos,
                                           palabras,
lanzas de una mente
que no puede contenerse,
que no puede describirse,
                                           pero si puede imaginarse
desgarrada en versos,
latente en una mirada,
fugaz en una canción.

En este papel, vivo.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cómo llenarte, soledad...

Poema de Luis Cernuda

Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.