jueves, 4 de junio de 2015

Una nueva mujer

Últimamente estuve leyendo varios comentarios y varias notas periodísticas que reducen la problemática de violencia de género al sentimiento burgués de la culpa masculina: “¡Perdón mujeres por maltratarlas!” Contar la historia desde el ángulo del hombre que se arrepiente de haberle gritado a una mujer en la calle y que al fin ha comprendido que vivió en una sociedad patriarcal y que la mujer (aunque no lo parecía) también era un ser humano, es encarar el problema desde una perspectiva, por lo pronto, corta. El punto crítico  de la violencia de género no es un programa que muestre tetas, el acoso en la calle, una violación, una muerte, si entendemos tales actos como actos no morales o no éticos per se. El punto crítico está en comprender estos actos como reflejo de una relación de poder respecto a los géneros. Se trata de cómo frenar la violencia hacia la mujer no a través de la detención de los actos violentos, sino a través de la causa de estos. Cuando nos referimos a “la causa” (si es que hubiese una única y contundente, tal como si existiese una verdad llamada Dios), nos encontramos con un gran problema. Estas relaciones de dominación, en la cual la mujer siempre cumplió el rol de dominada (en lo que refiere a la historia occidental), considero que es una de las relaciones de dominación más complejas por todo el tiempo en el cual ha sido arraigada y naturalizada. Claramente la mujer de hoy no es la mujer del siglo pasado, pero su rol o su lugar en relación al hombre, pareciera ser el mismo. Antes se quedaba en la casa, cocinaba, lavaba los trastos y si el hombre le pegaba era porque seguro no dejó la ropa bien doblada. Hoy en día, la mujer sí sale de la casa, se inserta (desigualmente) en el mercado laboral, y el hombre ya no le pega porque dobló mal ropa, sino que la viola o mata porque se puso la ropa no adecuada. Lo quiero decir es que la mujer es un sujeto que viene atravesado por añejas significaciones que sustancialmente no varían, aunque ciertas condiciones hayan mejorado. Son estas significaciones y roles los que hay revertir. Es hora de construir una nueva mujer. No apoyo el eslogan “Ni una menos” porque eso significa frenar la violencia del hombre hacia la mujer, contener los efectos de una relación de opresión y lo que debemos hacer no es solamente frenar y contener, debemos revertir y avanzar;  hay que comprender a los géneros desde una nueva perspectiva, transformar las relaciones vigentes. Tarea nada sencilla. Todas las transformaciones son fruto de conquistas sociales que se manifiestan en todos los planos de la vida social. Por eso me alegra la marcha del 3 de junio del 2015, porque es poner en debate y hacer visible algo que no mucho tiempo atrás era puro silencio. Todos los reclamos que se han escuchado en esa marcha no deben quedar aislados, deben ser canalizados por los distintos grupos sociales y a su vez deben ser institucionalizados. El derecho en su carácter constituyente y emancipador no debe permanecer imparcial: estos reclamos deberán ser llevados a todos los niveles del derecho para que éste pueda operar a través de las leyes, de las sentencias y del conjunto de representaciones que el mismo derecho genera. Este es un trabajo en conjunto entre los sectores de la sociedad, y en especial de todos los operadores del derecho en el ámbito del discurso jurídico. Queremos construir nuevas mujeres. Queremos ser dueñas de nuestro deseo y que éste no gire en torno a la satisfacción del hombre. Hombres, no queremos su perdón, ni su vergüenza. Queremos acostarnos con ustedes de la forma y  todas las veces que queramos sin que eso sea considerado un comportamiento indigno. También queremos acostarnos con mujeres sin que eso nos destierre de nuestra propia feminidad y género. Queremos que no prefieran un hombre a una mujer joven porque la mujer es una potencial madre a los ojos de un empleador. Queremos que la mujer que sea madre, no tenga que perder (o dejar, que vendría a ser lo mismo) su trabajo porque decidió formar una familia y no le alcanza el tiempo para todo. Hombres, ustedes también pueden cambiar pañales. En algunos países del mundo corresponde licencia por paternidad/maternidad a cualquiera de los padres.  Queremos poder decidir abortar sin que el hálito de la muerte aceche. ¿Hace falta aclarar que no queremos ser violadas? Lamentablemente sí. El género de esta nueva mujer, que ha sido parida a la luz de un siglo nuevo, no debe ser nunca más motivo de subordinación.