jueves, 6 de diciembre de 2012

Cómo me gustaría soplar mi alma tan lejos, tan afuera de mí...Ella sería tan feliz revoloteando en esas nubes de tormenta de verano

Realmente pobres

¡Pobres palabras! 

Todo significan, todo son. 

Definen  las cosas, expresan  las cosas.

Pero pobres palabras, 
                               nada las significan, 
                               nada son, 
                               las cosas no las definen,
                               las cosas no las expresan...
                                                                         Pobres palabras...

Tiempo

Ella caminaba a la par de la luna, contando los días que pasará en el eterno goce del ayer. Los astros la iluminan en su travesía de incógnita; porque nadie es, ni nada conoce, sólo piensa en el tiempo. Lo ha acariciado, lo ha sentido recorrer sus deseos...

lunes, 3 de diciembre de 2012

El alma que sufrió de ser su cuerpo


Tú sufres de una glándula endocrínica, se ve,
o, quizá,
sufres de mí, de mi sagacidad escueta, tácita.
Tú padeces del diáfano antropoide, allá, cerca,
donde está la tiniebla tenebrosa.
Tú das vuelta al sol, agarrándote el alma,
extendiendo tus juanes corporales
y ajustándote el cuello; eso se ve.
Tú sabes lo que te duele,
lo que te salta al anca,
lo que baja por ti con soga al suelo.
Tú, pobre hombre, vives; no lo niegues,
si mueres; no lo niegues,
si mueres de tu edad ¡ay! y de tu época.
Y, aunque llores, bebes,
y, aunque sangres, alimentas a tu híbrido colmillo,
a tu vela tristona y a tus partes.
Tú sufres, tú padeces y tú vuelves a sufrir horriblemente,
desgraciado mono,
jovencito de Darwin,
alguacil que me atisbas, atrocísimo microbio.
Y tú lo sabes a tal punto,
que lo ignoras, soltándote a llorar.
Tú, luego, has nacido; eso
también se ve de lejos, infeliz y cállate,
y soportas la calle que te dio la suerte
y a tu ombligo interrogas: ¿dónde? ¿cómo?

Amigo mío, estás completamente, .
hasta el pelo, en el año treinta y ocho,
nicolás o santiago, tal o cual,
estés contigo o con tu aborto o conmigo
y cautivo en tu enorme libertad,
arrastrado por tu hércules autónomo...
Pero si tú calculas en tus dedos hasta dos,
es peor; no lo niegues, hermanito.

¿Que nó? ¿Que sí, pero que nó?
¡Pobre mono!... ¡Dame la pata!... No. La mano, he dicho.

¡Salud! ¡Y sufre!


Poema de Cesar Vallejo