Enfermos de soledad deambulan por las calles. Es una enfermedad muy contagiosa. Se alimenta por el miedo a la otredad. Tal es así, que ni siquiera nos atrevemos al arte de las palabras. El intercambio se limita a miradas esquivas. Estamos inmersos en un mundo egoísta. Creamos una realidad despótica en la cual los sentimientos salen prefabricados de los bolsillos de los empresarios. Nos hemos reducido a almas agobiadas por su peso ¿Qué daría yo por ser un sonrisa honesta? Estamos tan tristes...
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