Me encontré invadida por algo tan externo y tan arraigado a mi, con peso de espectro. ¿Qué hacer cuándo las calles cambian pero los caminos son siempre los mismos? La desesperación anida en el vientre y crece, pasan los días, las horas, los minutos, los segundos, hasta que la mínima expresión del tiempo es un martirio eterno. El parto no llega, nunca, estás condenada a cargar ese monstruo, siempre.
a veces parece que escribieras lo que a mi me pasa...saludos!
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