jueves, 16 de enero de 2014

Vestigios de un yo

Para Florencia Maseda, ella le sabrá dar un significado mejor...

El día se extingue en fuego muerto. El mar desatado en tu mirada me reclama en el centro de la tormenta. Me acusa irresponsable: el sigiloso andar sobre piedras y serpientes desembocó en el sendero de la locura. La sabiduría de los siglos nunca llegó a mi alma, a ésta sólo le quedó la tristeza infinita que todos han llorado en algún momento de brutal sinceridad. ¿Quién se hubiese imaginado arder y devenirse en sombra? No crean que no he intentado el camino de la luz; ese que ilumina la sonrisa del cielo en un lago calmo; ese que repara en brisa al desamparado en el desierto; ese que late en la mirada de los niños que sólo conocen el llanto del capricho. Pero todo fue vano: la sangre se evaporaba en la noche y no había palabra cuyo encanto pudiera disuadir al fantasma de su anhelo de muerte. Pero no cualquier muerte, no la burda muerte carnal cuyas vestiduras de diente y  tigre asusta a los vivos; muerte que no indica un fin, entropía de almas, ojos que miran hacia dentro y acarician con la profundidad del iris lo que algunos osan de llamar infinito. Yo me encontraba en la tempestad de los tiempos, un caminar aislado de senderos, siempre vigilado por un ente cuya identidad me estuvo carcomiendo desde mucho antes que la mujer me expulsara de su vientre y la lágrima me haya enseñado el aire. ¡Ay de ese demonio, de ese dios, de ese peso profundo que me tumbaba cada vez que pensaba seguir sin su presencia! Siempre estuvo allí, con su voz de cementerio, incitándome a desaparecer tras sus ojos de frío eléctrico.  Jugando entre la arena y el mar, nadando entre la espuma rabiosa  (testigo de que el tiempo ha pasado inadvertido), alcanzaba un atisbo de paz, pero enseguida una mano me poseía y me arrastraba hasta las entrañas del océano junto con los cadáveres mitológicos que allí descansan; La mano gozaba con mi lucha por salir a la superficie, yo, despedazado, lograba salir, respirar el aire viciado por la luz solar, pero en vez de sentirme dichoso por volver al mundo de los vivos, lloraba de rabia por la condena que diariamente me asaltaba: el animal inmundo que en mí vivía y me sometía a su voluntad primitiva. Cábulas crecían en mí, sospechas, recelos para con el mundo. Poco a poco los nombres, cálidos y humanos, que alguna vez me fueron familiares desaparecieron y mi lengua sólo pronunciaba fantasmas; algunos eran comprensivos y se quedaban hasta el alba contándome historias de regicidas y dioses sin templo, pero en el fondo todos se reían de mi patética condición y cuando más necesitaba de su compañía se alejaban y me dejaban en claro desamparo con la voz, la mano, el verdugo de mi voluntad que me sometía a copular con la angustia hasta que mi alma culminaba acurrucada en un rincón sin la benevolencia de la eternidad. Para algunos resultará incomprensible, otros lo comprenderán como una aberración y me desterrarán de su ficticio reino de los cielos, muy pocos me escucharán y podrán encontrar en el eco de mis palabras algún significado. Yo ya no tenía salvación alguna, debía velar por mi alma: a pesar de todo, este monstruo, que había sido mi compañero de vida, nunca logró perturbar su esencia.  Yo lo había intentado todo, a mi insomnio le siguió el psicoanálisis, la frustración de los que saben y sus recetarios de drogas pero nadie podía arrancarme lo maldito que en mí había. Mi otra cara no hacía más que reírse al compás de los truenos y al son de las súplicas de aquellos pobres seres que caían en su desgracia; Este demonio me ocupaba grandes lapsos de tiempo y se divertía con el dolor ajeno, a sus víctimas les grababa a fuego mi nombre y sin piedad cargó  en mi conciencia gritos y horrores de toda clase y edad.  Una mañana se vengó de mi inocencia al penetrar a través de la ventana la irradiación de la realidad: pequeños trozos de carne podrida gemían junto a una canción de cuna que resonaba en algún lugar de mi cuerpo. El niño ya había partido, pero sus restos permanecieron para siempre en mi morada: no hubo agua por más sagrada que fuese que haya podido limpiar los escollos de un basural invisible. De mi corazón brotaba lacra y de esa forma yo debía caminar entre los otros y pretender ser como cualquier otro. Hubiera sido muy fácil dejarme carcomer, aceptar a mi heterónimo y disfrutar de los pocos placeres mundanos que me eran permitidos. Pero nunca me gustaron los juegos azarosos, las posibilidades germinando en el aliento del desconocido ese que te sentencia esclavo de lo imposible, espectro de lo posible. Formas siniestras que nos reconfortan en medio de la noche, nubarrones que posan sobre nuestra cabeza y entorpecen los sentidos. Yo no me rendí, no me entregué a carne viva porque sabía que había un paraíso más allá de todas las penas que atrapaban en red a la gente distraída, yo tenía la certeza de ese jardín inmenso, sabía que alguna vez me alojé allí y dormí plácidamente en su néctar de placenta. Ansiaba el retorno  inconcluso, saudade de los días que proseguían sin templanza por el pasado. No todo fue insomnio. No todo fue lo que mi conciencia me develaba, pero para poder ser esa misma intimidad que resuena al verse herida por la luz solar tuve que tomar la decisión que más perturba a los transeúntes del mundo humano: despedazarme hacia lo desconocido, ruina íntegra de un palacio fugitivo entre las nubes, degradarme en hebras de viento y sal, nadar en la miel que recubre el fruto,  ser el mismo secreto que ha sido celosamente escondido tras el velo del miedo… 
Mi día se extinguió a fuego muerto.
Ahora les habla un alma en paz, un alma sin el martirio del cuerpo. 


miércoles, 15 de enero de 2014

Incompletamente Juan Gelman

en el filo de la belleza
que corta la vida/la devuelve
a su no ser/la vida
grita el no ser de la belleza/

en ese estáramos se quema la
cebolla descuidada/la tristeza/
el amor al revés/¿cuándo se llora
en este valle?/ciudadanos

entreguen su dolor para hacer tiempo/
insoportalbe es todo viaje
al fondo del cubil/calienten

su pescuezo en la mano que aprita/
cierren la sufridera alta/abran
el sueño que no quiere dormir/

*

las aguas de tu vientre cantan al fondo del país/
así estás hecha/
hoy que la lluvia duele
en todo el mundo te posás/

¿dónde escribís tus estaciones?/
¿las trémulas de tu candor?/
¡panadera!/

¡brillás para que nadie sufra!/
¡amigas compañías que empiezan en tu piel!/
¡cómo penumbras del furor!/

¡así a tus pechos viene el ido!/
¡el que pasaba por tus jugos contra
la olvidación!/
¡apretando los huesitos prestados/

*

vos/que miraste como
mar asomado a su ventana/
y en medio de la furia medis
lo que de cuerpo a la palabra va/

¿qué será eso?/¿animalito
que en la boca si hició?/¿paciencia como
viejos amantes?/¿brazos
que pensaron su límite?/

¿por qué/serena/en tu garganta hay miedo?/
¿por qué del uno al otro habrá?/
por qué de abajo y por afuera

el siglo fuera infancia?/
¿por qué en el viento blanqueás sábanas?/
¿de rama en rama?

*

nada se sabe de la luz que hay
al final del libro/la que
es no es y como enemigo
cierra el tiempo/duele el que buscaba

la novedad de cada pérdida
como salario del vivir/vacío
el cuerpo en los dos filos del presente/
la tibia joya entregada al pasar/

el deseo que ocupa lo que deja/
viajes al fondo que no existe/y
el puro acabamiento/olvido blanco/

el breve signo anotado en el aire
del paciente imposible/su mirada
ciega/

*

cuando la luz corrige las paredes
del alba/el olvido
es amor sonámbulo
el sueño vaga

y en su concavidad se anuncia
lo que no puede ser/en el tejado
de dónde cae el coraje de tantos
desesperadamente hay sol/

la tinta que callaba/
las señales del pájaro constante
como terror en los alrededores

la falta/la vida involuntaria
que borra niños del cuaderno

*

el silencio incurable rompe
lo pecho de vivir/irrumpe
como desierto en fuego/estaba triste
el yo no sé/cambiáramos

las dudas por un niño/sueña
la hoja caída con
la caída/el paisaje del
transcurrir del aire/a dónde

se detuvo el dolor/mirada igual
a ninguna parte/o suceso
del ser/quieta la mierte en su

frontera o razón del presente/casi
piedad/animal suelto
en recibir nada por lámparas/

*

negándose sin destruir
su levantada irrealidad/el peso
de lo vivido teje
el amor/habitado por

lo que no ha de ser/la instintiva
pasión asustada por el
día siguiente/los pedazos
del velo de ida y vuelta/la memoria

que se convive como perro y gato/
apenas aproximación/
suelo movido por el lloro

y la divagación/¿dónde estamos?/
¿en qué infierno pasado o por pasar?/
¿en qué espanto?/¿en qué amor?


miércoles, 8 de enero de 2014

La mentira

Araña sin red,
una única manta que ahoga al mundo entero:
es la desilusión de las almas ingenuas,
es el idioma de las mentes perversas.

lunes, 6 de enero de 2014

Los poetas insisten

Poema de Pedro Arturo Astrada

Los poetas
después del silencio
insisten
en no darse por enterados.
Insisten
y entonces el mundo 
les da la espalda
una vez más,
sepultándolos entre aplausos
y antologías herrumbrosas
mientras continúa
alegremente
el festín sangriento.
Los poetas insisten.
Vuelven a decir lo mismo.
No se rinden.
No se rinden
y ese es el peligro.

jueves, 2 de enero de 2014

Mandíbula de ángel

Siento la mandíbula del ángel en mi boca,
 la bendición de la noche se consume en el canto del búho.
Siento el aliento del lobo irrigarse en mis venas
y los aullidos de la mujer homicida,
nace en mí, desgarrada,
ansiando la luz para poder ser mi sombra,
                                                               heterónima de mi alma.

La vida y la muerte fueron forzadas a separarse,
                                                                        pretextos morales,                                                           como dos hermanos,
enamorados de su semejanza,
deciden terminar la locura,
 pero a escondidas siguen amándose,
dónde:
 mi cuerpo es el refugio de los amantes incestuosos.

Y nacemos porque en algún momento nos espera la muerte,
para saciar su sed, consumirse junto a la vida,
a quién la espera por los siglos de los siglos;
la muerte no es otra cosa que la envidia de los cuerpos, quienes no entienden lo que es la fidelidad:
 la única cuyo amor perdura
en la espera de todas esas almas donde la vida dejó un rastro.

Siento que no habrá jamás
una palabra,
que en forma de lágrima pueda llegar
a ahogarme en el mar que desató tu mirada.